viernes, 19 de octubre de 2007

ACLARACIÓN NECESARIA

Me da la impresión que Afrodita o alguno de sus malsanos y pusilánimes secuaces conspiró para dificultarnos el camino... el asunto es que este blog tiene problemas técnicos; pero como somos persistentes por naturaleza, ya tenemos otro espacio.
Este aviso es en caso de que, si llegan por acá, para que vuelen directo a mi casa de verdad... que también será la tuya, siempre que quieras maldecir para redimirte:

http://maldicionesredentoras.blogspot.com

Los espero.

miércoles, 3 de octubre de 2007

LA FURIA INCONTENIBLE DE LA VENGANZA

Alguna vez en la antigua Grecia, de acuerdo a lo que alguien le contó el viejo Hesíodo, mi medio hermano Cronos decidió castrar a mi padre para tomar el poder divino en sus manos. Consumado el hecho, las gotas de sangre de fueron a parar a las entrañas de Gea. Así nací, junto a mis hermanas. Los humanos, temerosos, nos nombraron de muchas formas…me agrada ése de Praxídiceas, o“Ejecutoras de la Ley”. Pero, como nombre genérico, nos llaman a todas juntas por Erinias.
Claro que, para chismes, hemos tenido de todo… porque Epiménides insiste en que también somos hermanas de las Moiras, y que seríamos hijas de Cronos y Eurínome. Esquilo nos identificó como hijas de Nix, la Noche; y Sófocles afirmó que somos producto de nuestra madre y Skotos, las Tinieblas. Incluso, los órficos se atrevieron a decir que éramos fruto del amor entre Hades y Perséfone, los amos y señores del mundo infernal, versión compatible con los datos de La Ilíada pero que, aclaro desde ya, no es cierta.
Nadie sabe bien cuántas somos, pero Virgilio conoció a tres de nosotras de cerca… Simpaticón el hombre, aunque medio fantasioso para mi gusto. A mi hermana Alecto, la implacable, le encantó. Pero ella, por ser la encargada de castigar los delitos morales, no quiso acercarse mucho más al mortal. A Tisífona le dio un poco lo mismo, aunque ella nunca tiene mucho tiempo para pensar en amores ya que anda sedienta de vengar cuanto delito de sangre ocurra. Yo le encontré una mirada perdida…
Perdón, no me he presentado: mi nombre es Megera. Las malas lenguas, o los que no me han querido entender porque lisa y llanamente no les conviene, me nombran como “la celosa”, porque no tolero la infidelidad. Es de seres rastreros, básicos, sin palabra ni honor. Quien traiciona la confianza, no merece vivir tranquilo nunca más.
Quiero aclarar que en realidad no somos malvadas, sino más bien inflexibles y algo intransigentes sobre nuestros parámetros valóricos… tanto es así que ni siquiera Zeus nos ha sometido: eso sí, nuestro libre albedrío se ve abruptamente cortado cuando debemos abandonar nuestros aposentos en el inframundo para ejecutar nuestra finalidad: castigar a los criminales vivos, sometiéndolos a torturas sin fin. Somos inmisericordes e incorruptibles; por eso nos temen tanto y tanto nos evitan por igual dioses y mortales. Cargamos con la responsabilidad de ejecutar la venganza sobre los hechos realizados, incluso si el autor del crimen ha muerto. Pobrecitos los humanos, tanto miedo nos agarraron que incluso nos han puesto Euménides (“benévolas” en griego), para ver si así evitan nuestra atención… Pero es imposible: nunca dormimos, estamos siempre alerta. Por eso me agradaban los romanos, que captaron mejor nuestra esencia y de plano nos pusieron Furias (en latín Furiae o Dirae, “terribles”).
Está bien, hay que decirlo con todas sus letras… somos unas perras, y qué. De hecho asumimos esa forma cuando nos place. Lloramos lágrimas de sangre, los látigos que cargamos son nuestro fetiche sexual y la serpiente es nuestro animal favorito. Ah, y volamos, para eso tenemos alas. Atormentamos a los que hacen el mal y disfrutamos enormemente haciéndolo, porque buscamos perseguir al pecador sobre cada rincón de la Tierra hasta volverlo loco. Nunca podrás escaparte… podemos hacer como que no te vemos, hasta que bajes las defensas, hasta que creas que no existimos. Nos refugiamos en la mitología para que crean que somos un cuento, un embuste... pero sabemos de tu existencia y vendremos a buscarte.
Claro, hemos sabido de dolores y desgracias. Perdonamos a quienes nos ofenden, pero … ¿Quién dijo que lo hicimos?